Teoría de la Libertad de Rousseau y la Libertad Positiva
El contrato social,
es un libro escrito por Jean-Jacques Rousseau y publicado en 1762. Es
una obra sobre filosofía política y trata principalmente sobre la
libertad e
igualdad de los hombres bajo un Estado instituido por medio de un contrato social.
igualdad de los hombres bajo un Estado instituido por medio de un contrato social.
Se dice que este libro fue uno de los
muchos incitadores de la Revolución francesa por sus ideas
políticas. Bajo la teoría del contrato social se fundamenta buena
parte de la filosofía liberal, en especial el liberalismo clásico
por su visión filosófica del individuo como fundamental, que luego
decide vivir en sociedad por lo que necesita del Estado de Derecho
que asegure las libertades para poder convivir. Así también se dice
que en este libro se exponen lo que en el futuro serían los
principios de la filosofía política socialista, en parte por el
concepto de la voluntad general.
Rousseau
entiende que la descripción de Hobbes referida al hombre en el
estado de naturaleza, refiere en realidad al hombre moderno, a quien
lo juzga encadenado y alienado de su ser original. Las ciudades son
entendidas como los abismos de la humanidad, lo que cobra sentido a
partir de considerar su simpatía por el modelo de la polis griega.
Rescata como principal valor humano a la virtud, a la que define como
la ciencia sublime de las almas simples, y que se aprecia cuando un
individuo se escucha a sí mismo; es decir, a su propia conciencia.
Entiende al hombre moderno alienado de la noción de virtud y
atormentado consigo mismo.
El
contrato tiene como clara finalidad el volver a reivindicar el amor a
sí mismo a través de una nueva sociedad y un nuevo hombre. El
hombre natural es un ser independiente. Por el contrario, el hombre
en sociedad es entendido como dependiente.
“Si se busca en qué consiste el bien más preciado de todos, que ha de ser objeto de toda legislación, se encontrará que todo se reduce a dos cuestiones principales:
la libertad y la igualdad, sin la cual la libertad no puede existir.
Renunciar a la libertad es renunciar a ser hombre, a los derechos y a los deberes de la humanidad.
La verdadera igualdad no reside en el hecho de que la riqueza sea absolutamente la misma para todos, sino que ningún ciudadano sea tan rico como para poder comprar a otro y que no sea tan pobre como para verse forzado a venderse. Esta igualdad, se dice, no puede existir en la práctica. Pero si el abuso es inevitable, ¿quiere eso decir que hemos de renunciar forzosamente a regularlo? Como, precisamente, la fuerza de las cosas tiende siempre a destruir la igualdad, hay que hacer que la fuerza de la legislación tienda siempre a mantenerla.”
“Si se busca en qué consiste el bien más preciado de todos, que ha de ser objeto de toda legislación, se encontrará que todo se reduce a dos cuestiones principales:
la libertad y la igualdad, sin la cual la libertad no puede existir.
Renunciar a la libertad es renunciar a ser hombre, a los derechos y a los deberes de la humanidad.
La verdadera igualdad no reside en el hecho de que la riqueza sea absolutamente la misma para todos, sino que ningún ciudadano sea tan rico como para poder comprar a otro y que no sea tan pobre como para verse forzado a venderse. Esta igualdad, se dice, no puede existir en la práctica. Pero si el abuso es inevitable, ¿quiere eso decir que hemos de renunciar forzosamente a regularlo? Como, precisamente, la fuerza de las cosas tiende siempre a destruir la igualdad, hay que hacer que la fuerza de la legislación tienda siempre a mantenerla.”
Se
entiende por libertad positiva la capacidad de hacer algo, no tanto
porque nadie lo impida, como porque el individuo se encuentre
posicionado de manera que pueda hacerlo. Se opone, conceptualmente, a
libertad negativa, en la cual se considera que un individuo es libre
porque nada restringe su acción.
"Ser libre para algo”. Es el deseo del individuo de ser su propio dueño. Querer que su vida y decisiones dependan de sí mismo y no de fuerzas exteriores. Querer decidir, no que decidan por él, dirigirse a sí mismo, y no ser movido por la naturaleza exterior. Así, por ejemplo, en una democracia el mero derecho a votar libremente sin coacciones es una forma de libertad negativa, basada en la no injerencia del Estado o de cualquier otra instancia en la toma de decisión del votante. Sin embargo, si el votante no sabe leer ni escribir, o no puede desplazarse hasta la urna, difícilmente podrá ejercer ese derecho, y por tanto, carecerá de esa libertad en sentido positivo. Se entiende por libertad positiva aquella perteneciente a una sociedad o estado, es decir, una libertad limitada por una serie de normas impuestas por un orden superior que en cierto modo privan al individuo de realizar ciertas actividades que resultarían perjudiciales o dañinas para el resto de la sociedad que vive en comunidad.
La libertad positiva es la posibilidad de actuar –o el hecho de actuar– de manera que se tome control de la propia vida y se realicen los objetivos fundamentales propios.
Muchos liberales, incluido Berlin, han sugerido que el concepto positivo de libertad conlleva un peligro de autoritarismo. Considérese el destino de una minoría permanente y oprimida. Debido a que los miembros de esta minoría participan en un proceso democrático caracterizado por la regla de la mayoría, se podría decir que son libres alegando que son miembros de una sociedad que ejerce el autocontrol sobre sus propios asuntos. Pero ellos están oprimidos, y por tanto sin duda son no-libres. Es más, no es necesario ver una sociedad como democrática a fin de verla como autocontrolada; se podría adoptar en cambio una concepción orgánica de sociedad, de acuerdo con la cual el colectivo se piensa como un organismo vivo, y podría creerse que este organismo sólo actuará racionalmente, sólo se controlará a sí mismo, cuando sus diferentes partes se equiparen a un plan racional, concebido por sus sabios gobernantes (quienes, por extender la metáfora, podrían pensarse como el cerebro del organismo). En este caso, incluso la mayoría podría ser oprimida en nombre de la libertad.
"Ser libre para algo”. Es el deseo del individuo de ser su propio dueño. Querer que su vida y decisiones dependan de sí mismo y no de fuerzas exteriores. Querer decidir, no que decidan por él, dirigirse a sí mismo, y no ser movido por la naturaleza exterior. Así, por ejemplo, en una democracia el mero derecho a votar libremente sin coacciones es una forma de libertad negativa, basada en la no injerencia del Estado o de cualquier otra instancia en la toma de decisión del votante. Sin embargo, si el votante no sabe leer ni escribir, o no puede desplazarse hasta la urna, difícilmente podrá ejercer ese derecho, y por tanto, carecerá de esa libertad en sentido positivo. Se entiende por libertad positiva aquella perteneciente a una sociedad o estado, es decir, una libertad limitada por una serie de normas impuestas por un orden superior que en cierto modo privan al individuo de realizar ciertas actividades que resultarían perjudiciales o dañinas para el resto de la sociedad que vive en comunidad.
La libertad positiva es la posibilidad de actuar –o el hecho de actuar– de manera que se tome control de la propia vida y se realicen los objetivos fundamentales propios.
Muchos liberales, incluido Berlin, han sugerido que el concepto positivo de libertad conlleva un peligro de autoritarismo. Considérese el destino de una minoría permanente y oprimida. Debido a que los miembros de esta minoría participan en un proceso democrático caracterizado por la regla de la mayoría, se podría decir que son libres alegando que son miembros de una sociedad que ejerce el autocontrol sobre sus propios asuntos. Pero ellos están oprimidos, y por tanto sin duda son no-libres. Es más, no es necesario ver una sociedad como democrática a fin de verla como autocontrolada; se podría adoptar en cambio una concepción orgánica de sociedad, de acuerdo con la cual el colectivo se piensa como un organismo vivo, y podría creerse que este organismo sólo actuará racionalmente, sólo se controlará a sí mismo, cuando sus diferentes partes se equiparen a un plan racional, concebido por sus sabios gobernantes (quienes, por extender la metáfora, podrían pensarse como el cerebro del organismo). En este caso, incluso la mayoría podría ser oprimida en nombre de la libertad.
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